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Debates en el aula

¿Por qué los debates son una parte esencial de nuestra caja de herramientas para aprender sobre los temas complejos y sensibles que estamos tratando? Queremos animar a nuestros alumnos y alumnas a considerar los aspectos emocionales e intelectuales que intervienen, de manera tan relevante, en la sociedad cuando se habla de relaciones humanas, pero también queremos que sean conscientes de sus propias posiciones personales y sean capaces de expresarlas.

Shannon Hancock ha estado trabajando con Stories that Move en la Escuela Internacional de Ámsterdam: “Descubrimos que nuestros estudiantes participaban en las actividades y que las discusiones eran enriquecedoras y abiertas». Un alumno comentó: «La herramienta es una buena manera de descubrir la complejidad dentro de nuestra forma de pensar y juzgar. Me gustó cómo analizamos los prejuicios y cómo influyen en la forma en que vemos a las personas y el mundo que nos rodea”.

En las unidades didácticas, primeramente, se pide a los alumnos y alumnas que formulen sus propios pensamientos sobre cuestiones clave. Estos pensamientos se pueden recopilar en una “nube de etiquetas” o una representación digital de todas las respuestas del alumnado. Dicha síntesis puede constituir la base de debate y diálogo de los pequeños grupos o equipos formados en clase.

No hay respuestas simples o “correctas” que dar a nuestro alumnado. Ellos necesitan descubrir, por sí mismos, por qué las personas tienen opiniones y sentimientos diferentes sobre la identidad y en respuesta a la discriminación. Una discusión bien gestionada puede ocasionar el autodescubrimiento. Se ha demostrado que los diálogos y debates son una excelente manera de involucrar al estudiantado.
Como moderador de la discusión, debes tener una idea clara del objetivo de esta, pero también has de estar abierto a las sorpresas e imprevistos que pueden surgir en el desarrollo de la actividad.

Si los alumnos y alumnas no están acostumbrados a entablar debates, primero establece algunas reglas generales. Intenta pedirles que establezcan sus propias reglas, que deberían incluir aspectos como escuchar con atención, respetar otros puntos de vista, turnarse y no interrumpir a quien esté hablando.

Cuando el alumnado comprenda que los temas y cuestiones a tratar son relevantes y significativos para sus vidas, se motivarán y se implicarán en la actividad. Deben ser conscientes también de los beneficios y la utilidad de participar en este tipo de debates: podrán practicar cómo expresar sus propias ideas y opiniones frente a otras personas y aprenderán a escuchar y respetar otros puntos de vista.

Cuando percibas que el diálogo decae, si sientes que les parece aburrido o lento, plantea alguna cuestión provocativa, actual y próxima a su realidad. Posiblemente, esto ayudará a animar la actividad. Luego, da tiempo a la discusión para que evolucione.
Los debates de grupo suelen quedar a merced de las voces predominantes. Una forma de atraer otras es pedir a cada estudiante que escriba un pensamiento y, a continuación, invitar a quienes sean más silentes a leer sus argumentos primero. De esta manera, estas voces estarán presentes desde el principio y les será más fácil volver a intervenir.

Si alguien dice algo discriminatorio, intenta averiguar de dónde procede esta opinión entablando un diálogo. Sin embargo, también es importante que esta persona en particular y el resto del alumnado reciban de manera clara y explícita que no estás de acuerdo con la opinión expuesta y por qué.

Haz una lista visible de los puntos que van surgiendo a lo largo del debate (en un rotafolio, una pizarra, etc.). Es útil para estructurar el proceso y desencadenar nuevos hilos argumentales en torno a los que dialogar.

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